sábado, 24 de marzo de 2007

El Cambio de Hora

Todos los años cambiamos dos veces de horario para aprovechar mejor las horas de luz y conseguir un mayor ahorro de consumo energético.

Este fin de semana adelantamos los relojes una hora, con lo que perderemos una hora de sueño u ocio.

Todos los años, el último domingo del mes de marzo, adoptamos el horario de verano adelantando los relojes una hora.


El cambio de hora se convirtió en norma en 1974 -un año después de la primera crisis del petróleo- con el objetivo de aprovechar mejor la luz del Sol y consumir menos electricidad.

Esta medida se aplica como directiva europea desde 1981 y se renueva cada cuatro años.

Un curioso origen

El germen de esta idea se remonta al año 1784, cuando Benjamin Franklin, siendo embajador de EEUU en Francia, envió una carta al diario Le Journal de París en la que proponía algunas medidas para el ahorro energético.

Franklin propuso tres medidas: imponer un gravamen a las personas cuyas contraventanas impidiesen la entrada de luz a sus habitaciones, regular el consumo de cera y velas, y hacer repicar las campanas de la iglesia al amanecer para que todo el mundo se levantase a la misma hora.

Estas propuestas no se tomaron en serio, pero al poco tiempo comenzaron los primeros experimentos de iluminación con gas, cuya peligrosidad hizo plantearse seriamente el tema del ahorro energético.

Así, poco a poco, las ideas de Franklin fueron retomándose y evolucionando hasta llegar a la conclusión de que lo más conveniente era cambiar la hora, una medida que no se instauró plenamente hasta 1974.

Todas estas curiosidades pueden leerse en un fragmento del libro Zapatos para el pie izquierdo, de Jesús Pardo, recogido en Expamicron.

Objetivo cumplido, en parte

El objetivo del horario de verano es alargar las horas de luz por las tardes para ahorrar energía eléctrica.

La mayor luminosidad hace que pasemos más tiempo fuera de casa, que prolonguemos las actividades al aire libre y que, por tanto, retrasemos el consumo doméstico de luz eléctrica.

Sin embargo, según explica Rafael C. Carrasco en un texto publicado en el año 2000, "la magnitud de este ahorro es mínima: entre el 0 y el 0,5% y además, cada año que pasa es menor. Debe tenerse en cuenta que entre 1960 y 1983 la proporción de energía utilizada para la iluminación disminuyó del 25% al 10% mientras que aumentó la usada por las industrias, los sistemas de aire acondicionado etcétera."

Además, el hecho de que exista un ahorro energético global no ha podido ser establecido con certeza.

De este modo, los únicos beneficios comprobables del cambio de hora serían puramente sociológicos y relacionados con la sensación placentera de tener más horas de luz.

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