jueves, 14 de abril de 2011

Propofol: nueva sustancia de abuso

Antes de que Michael Jackson muriera, en el verano del 2009, a los quinquis de turno no se les había ocurrido inyectarse propofol. Ni siquiera, se les había ocurrido que pudiera ser una droga al alcance de todos los bolsillos.

Desgraciadamente, con la que se lió con el fallecimiento del “rey del pop”, el propofol dejó de ser una droga de uso de sanitarios drogodependientes para pasar a engrosar la ya abultada lista de drogas de abuso comunes.

Pero…¿qué es el propofol y para qué se usa?

Es un agente anestésico, de color blanco lechoso, que se disuelve en aceite de soja y lecitina de huevo. Se usa para conseguir una rápida inducción al sueño en casos de anestesia general o una sedación moderada en caso de procedimientos desagradables, como son las endoscopias o la reducción de fracturas. Como no está etiquetado por la Drug Enforcement Agency como “sustancia de obligado control”, el propofol corre como agua en los hospitales, cosa que facilita tanto el que se convierta en un elemento de abuso como el que no se identifique, en principio, al sanitario consumidor.

El primer caso de abuso de propofol fue publicado por la revista Anesthesiology en el año 1992. El consumidor era un anestesista, que se autoinyectaba propofol en una media de 10-15 veces al día. La Anestesiología es una especialidad de alto riesgo para drogodependencias, no sólo por el estrés que conlleva, sino porque el anestesista tiene a su alcance una enorme cantidad de drogas que alcanzarían precios considerables en el “mercado negro”. Y, además, ve como sus pacientes se lo pasan de vicio cuando se las inyecta.

Entre 1992 y 2002, se registraron varios casos más de abuso de propofol, implicando siempre a personal sanitario. El primer caso de no sanitario adicto a propofol fue publicado en 2002. Y se había convertido en consumidor tras tratarse unas migrañas resistentes al tratamiento habitual con este fármaco (que, entre otras cosas, disminuye la presión en el interior del cráneo). Cuando no pudo conseguirlo a través de su médico, este personaje accedió al fármaco gracias a un veterinario. El chollo se le acabó cuando su mujer lo encontró inconsciente y azul-pitufo, en el baño de su casa, tras una sobredosis accidental.

Aparte de que es muy sencillo pasarse de dosis si no se sabe manejar, el propofol tiene otros efectos perjudiciales: entre ellos, el llamado “síndrome de infusión de propofol”, que ocurre cuando se usa durante muchos días o en consumidores crónicos. A la larga, el propofol produce la muerte de las células musculares de todo el cuerpo, incluido el corazón, con lo que pueden aparecer arritmias mortales.

Con todo este panorama, ¿qué es lo que lleva a alguien a consumir propofol? Pues resulta que dosis pequeñas del fármaco producen desinhibición sexual y sueños con alto contenido erótico. Y siempre hay quien piensa con los bajos.

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