Como todos saben en mi casa, mi hermano es dado a cantar en la ducha. Su repertorio, que es amplísimo, está comprendido en un 76% (según datos de 2004) por autores que han cedido la gestión de sus derechos a la SGAE. Es cierto que la Ley de Propiedad Intelectual reconoce el derecho del comprador a realizar una copia de la obra adquirida si la destina a su uso privado, pero también es cierto que establece el derecho del autor a cobrar por esa copia. Dicho esto, resulta evidente para cualquiera que cuando mi hermano nos deleita con su interpretación del 'Corasón partío' de Alejandro Sanz - fantásticos arreglos los que consigue golpeando el grifo con el bote de champú medio vacío -, está reproduciendo una obra protegida por los derechos de autor sin pasar por caja.
Pocos discutirán que mi hermano, como cualquier otro dado a los vicios de cantar, tararear o silbar, debería estar sujeto al canon. Me queda la duda de si debería pagar por su cerebro, que sirve de soporte digital para almacenar las canciones (ver "The Memory Code", Scientific American, july 2007), o por sus cuerdas vocales, laringe, pulmones y resto del aparato fonador, que utiliza para reproducirlas. La cuestión no es baladí.
Si sólo graváramos cuerdas vocales, laringe, etc, mi hermano, que es un tío espabilao, intentaría escaquearse asegurando que a partir de ese momento prescindiría de cantar en voz alta, limitándose a reproducir en su cabeza la canción. Ah, pero esto no debería eximirle de su obligación a pagar, puesto que de cualquier modo habría codificado en su memoria una obra protegida. Ahora bien, si sólo graváramos su cerebro, con toda seguridad se sentiría en libertad de ir cantando por ahí - no sólo ya en la ducha - canciones que otros podrían a su vez escuchar y registrar en su memoria. Dejando de lado el papel que tendría en la distribución ilegal de una obra protegida por los derechos de autor, es evidente para cualquiera que se apellide Bautista que eso de que mi hermano cante cada vez que le venga en gana sin que el Sr. Sanz vea ni un sólo céntimo es del todo injusto. Me temo que, para evitar males mayores, deberían gravarse tanto el cerebro como las cuerdas vocales, etc, etc.
Seamos honestos, mi hermano no es el único español que canta, tararea o silba. Como es evidente que tratar de averiguar quién lo hace y quién no es materialmente imposible, propongo que se grave con el canon digital a todos los individuos dotados de cerebro y/o cuerdas vocales, laringe, etc. De hecho, una decisión de este tipo sería completamente coherente con la de la aplicación del canon a un teléfono móvil con capacidad de reproducir archivos de música. Puede que su dueño no lo utilice para eso, pero PUEDE USARLO. Estarán de acuerdo en que es mejor prevenir que no cobrar.
Via: nodos.typepad.com
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