En los felices años 80 y principios de los 90 -el momento en el que había sistemas de 8 y 16 bits que suponían una alternativa real a la plataforma PC- las empresas que dominaban el mercado de la informática personal, sobre todo en Europa, eran Sinclair, Commodore, Amstrad, y en menor medida Atari. Cuando llegaron las consolas también hicieron su aparición Sega y Nintendo. Aquellos años hoy se miran con una sonrisa, pero muchos de los que aprendieron a trabajar con esas máquinas, siempre tan limitadas, se encuentran al frente de muchas aventuras digitales. Sin embargo, los grandes protagonistas de este artículo son los nombres de los que estaban al frente de aquellas empresas, así como sus productos.
Sir Clive Sinclair y el mito del Spectrum
¿Te lo regalaron?
Muchos de los que andan por los treinta en España deben su actual alfabetismo digital a Clive Marles Sinclair, nombrado Sir por la reina de Inglaterra tras haber vendido millones de ordenadores en todo el mundo. Su computadora de más éxito, el ZX Spectrum, vino precedida por los récords de ventas que registraron el Sinclair ZX80, un ordenador que venía desmontado en su versión más económica y cuya RAM era de ¡un Kilobyte!, y el ZX81. El triunfo del invento vino dado por el gran número de programas comercializados. Los títulos, sobre todo de juegos, para Spectrum se cuentan por docenas de miles, e incluso hoy siguen produciéndose.
En España se vendieron centenares de miles de estos ordenadores. Hasta tal punto llego la fiebre que Investrónica, la distribuidora de Sinclair en España, lanzó su propio modelo: el ZX Spectrum+, comercializado también en Gran Bretaña (es uno de los ordenadores españoles más vendidos de la historia). La moda también llegó a los medios de comunicación y comenzaron a aparecer las primeras revistas especializadas, entre ellas la increíblemente popular MicroHobby. Esta publicación ofrecía en sus páginas programas en Basic y un ensamblador que el lector podía copiar a mano en su ordenador, toda una distracción para las vacaciones escolares. Por su parte, el programa Sábado Chip, de la Cadena Cope, incluso emitía el sonido de carga de un juego en cada edición. Este sonido, si la recepción de la emisora era buena, podía ser grabado en cinta y cargado en el Spectrum.
Clive Sinclair se arruinó debido a lo mismo que le proyectó al éxito: su enorme inventiva. Tras intentar dar la espalda al mundo del PC y lanzar su propio ordenador de negocios, el QL, e intentar vender masivamente un coche eléctrico monoplaza, el C5, este licenciado por la Universidad de Cambridge fracasó económicamente en ambos proyectos. En 1987 tuvo que vender la empresa y la denominación Sinclair a su gran competidor: la también británica Amstrad. Esta empresa fue la que lanzó los últimos modelos oficiales de Spectrum: el ZX +2, el +3, el +2a, y el +2b. Este último, fabricado en Asia, aún se vendía en las tiendas de 'todo a 100' a finales de los 90 y suele dejarse caer por eBay.
Sin embargo, el caballero británico siguió buscando el éxito en los ordenadores. En 1987 presentó el Cambridge Z88, el Mac Book Air del momento. Aquel aparato ultraportátil, pesaba menos de un kilo, tenía el tamaño de un folio A4 y podía utilizar memorias flash. El concepto avanzado del Z88 ha logrado que incluso hoy haya grupos de desarrollo que trabajan en esta plataforma. Actualmente, Clive Sinclair, algo mayor ya, sigue en sus trece, y aunque ha abandonado la informática comercial ha vuelto a hacerse con su marca original, Sinclair Research, y comercializa dos extraños productos: una bicicleta plegable que maximiza la fuerza de quien la conduce, y una radio completamente freak.
Amstrad, fósforo verde e Hi-Fi para todos
En pleno año revolucionario, 1968, el inglés Alan Michael Sugar, fundó Amstrad, la empresa que logró vender millones y millones de ordenadores en Europa. Sugar fue nombrado, al igual que Sinclair, Sir por la Reina, y se estima su fortuna en 830 millones de libras. Una de las bazas de su éxito ha sido su confianza ciega en el plástico, el cual ha supuesto para este inglés el arma con la que abaratar el precio de cualquier artilugio que se le pusiera por delante. Así, hasta los 80 produjo televisiones y equipos de sonido de bajo costo para el mercado británico, algo que lograba utilizando plástico inyectado en lugar de materiales más nobles... y caros.
Fue en los 80 cuando la empresa irrumpió en el mercado de la informática lanzando el Amstrad CPC 464 (que se vendía con un monitor que podía ser en fósforo verde o en color). La saga CPC, de la que se lanzaron bastantes modelos, fue, como el Spectrum y los Commodore de 8 bits, un éxito de ventas y tuvo una larga vida. Incluso llegó a comercializarse a principios de los 90 en versiones irreconocibles que sucumbieron ante la magia de los 16 bits.
Tras lanzar fuera de la competición a Sinclair, Amstad comenzó a mirar hacia otros mercados. En 1987 Alan Sugar seguía resistiéndose a trabajar en la plataforma PC de IBM, así que lanzó el Amstrad PCW 8256. Con este ordenador la marca volvía al monitor de fósforo verde (una decisión que seguramente le valió unas cuantas dioptrías a los oficinistas de la época). La gama PCW, que integraba la CPU en el monitor y se vendía con una impresora, se realizó con el objetivo de poner en la mesa de millones de oficinas, que no podían o no querían pagar un PC de la época, un sistema de escritura profesional y económico. Así, más de uno quizá aún se acuerde de LocoScript, el programa de proceso de textos que venía con estas máquinas (fue tal su éxito que incluso se versionó para MS-DOS).
Al final de la década de los 80 muchas empresas que habían barrido el mercado estaban en crisis o a punto de entrar en ella. ¿La causa? La citada resistencia a hablar con el idioma del MS-DOS. Fue entonces cuando Amstrad tuvo los reflejos suficientes para lanzar dos PC, el 512 y el 640, a un precio de risa para el momento. Con estas máquinas la firma consiguió una cuota de ese mercado del ¡25 por ciento en Europa! El truco, una vez más, estaba en el plástico.
Estos ordenadores, cuya potencia era más que digna, venían equipados con una carcasa de ese material con muchas aberturas. Eso posibilitaba que no hiciese falta meter en ellos un ventilador para refrigerar la CPU, algo que también hacía que fuesen muy silenciosos. Otro éxito de Amstrad fue lograr que muchos dispusieran de su primera cadena Hi-Fi, increíblemente baratas para la fecha, o que en muchas casas hubiese un segundo televisor en color (con algunos ordenadores CPC venía un adaptador para convertir el monitor del ordenador en una televisión).
Sin embargo, después de sus éxitos en informática Amstrad fracasó en los 90 con varios proyectos, como una videoconsola producida a partir de un CPC customizado que resultó obsoleta en un terreno dominado ya por los 16 bits. La empresa se especializó desde entonces en producir receptores de satélite para televisión, que vendió como churros, y aparatos un tanto horteras y extraños.
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