lunes, 5 de noviembre de 2007

Sobre las ONGs

Después de lo visto con la ONG que quería sacar niños del Chad (la ONU ha confirmado que no eran huérfanos), parece que en estas organizaciones está sucediendo lo que en Yo, Robot: Yo, ONG, desde mi superioridad moral, he decidido que, en aras del bien común, tengo derecho a suprimir los derechos individuales de los que yo designe como desfavorecidos.

Digo lo de la superioridad moral recordando el anuncio de la lavadora de Anesvad (asociación donde se sospecha que hay alguna oveja negra). En aquel anuncio poco faltaba para responsabilizarnos a todos de la venta de niñas en el sudeste asiático.

En el caso de los niños del Chad, el bien común era el pretendido bienestar de los niños (¿o quizá sería la satisfacción personal de quien iba a acogerlos?). Lo que se vislumbra al fondo de todo esto es lo de siempre: dinero y negocio. Esta vez parece que les han pillado con las vergüenzas al aire.

No es el primer caso y me da la impresión de que la propia naturaleza de las ONG las lleva muy fácilmente al camino de la corrupción. Hace unos meses oí en la radio a alguien que estaba levantando una casa en Andalucía para atender a los inmigrantes que vienen en las pateras. El promotor de la idea finaliza la entrevista diciendo que no quería que la gente le dejara material de construcción, que lo que necesitaban era dinero ¿¿¿???.

Es posible que en la fundación de una ONG se busque el lucro personal, pero cuando se hace esto es muy difícil que la ONG prospere.

Al contrario, creo que las ONG, como los movimientos religiosos, son fundadas por personas que creen firmemente en un ideal de ayuda a quien lo necesita. Sin este tipo de personas, de firmes convicciones morales, que tienen el empuje necesario para llevar adelante su tarea, no sería posible que las organizaciones caritativas (que así se llamaban antes) triunfaran.

El problema empieza cuando la ONG triunfa. El triunfo trae crecimiento y necesidad de organizarse. Nacen puestos de trabajo y necesidades de infraestructura. En resumen, como cualquier otra organización, su primer objetivo es sobrevivir y crecer.

Lo que en su origen era la aportación de trabajo de unos voluntarios, se convierte en la obligación de recaudar donativos y subvenciones públicas para pagar sueldos, alquileres, compra de equipos informáticos, facturas... Primero se pagan las nóminas de los empleados y los demás gastos, y después se ayuda al prójimo.

Los donativos que entran en la organización son unos dineros sobre los que nadie va a pedir cuentas. Es la propia ONG quien establece los mecanismos de control. Sí, es verdad que muchas ONG contratan auditores de cuentas para que den fe de su limpieza contable. Pero las cuentas de Enron también estaba auditadas (por Arthur Andersen, nada menos) y lo que había detrás era, simplemente, un fraude.

Al "olor" de estos ingresos poco fiscalizados es inevitable que antes o después acuda alguien que intente convertir en negocio y lucro personal lo que al principio sólo era una obra de caridad.

Con esto no quiero decir que la existencia de las ONG sea imposible. Las ONG somos nosotros y el trabajo que podamos realizar directamente para ayudar a los demás.

Una ONG es alguien que da de comer en su casa a 3 ó 4 personas. Y para eso no hacen falta oficinas, ni empleados, ni abogados, ni aviones. Lo que hace falta es el valor de hacerlo.

Dos reflexiones:

  • El dinero que se dona a las ONG es una obra de caridad que nos hace sentir bien como seres humanos. Es una caridad muy "limpita": no hace falta que nos ensuciemos las manos ni que sudemos.
  • Nuestro gobierno tiene la obligación de ayudar, en nuestro nombre, a los necesitados. Y de hecho lo hace. Tanto en España (pensiones no contributivas, sanidad universal, becas y ayudas de todo tipo...) como fuera de España (la Cooperación Española está en cuatro continentes). Ya estamos ayudando a quien lo necesita a través de nuestros impuestos.

  • Visto en: paraquemebajo.blogspot.com

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